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jueves, 16 de mayo de 2013

LA REVOLUCION DE LOS NARCOS!!!...

A una chica delgadita y pequeña de unos 20 años y algo morena, a la que le decían -por que así se llamaba y apellidaba- Norma Lechuga, y que iba vestida de bluejeans ajustados y vaqueros, botas negras y blusa celeste, una estampida de humanos salvajes le mato al hermano en un galeron de la Exposición Ganadera de Guadalupe, en Nuevo León  a donde el muchacho había ido a emborracharse y a escuchar boleros norteños, el sábado por la noche, como debía ser, sobre todo recién cumplidos los 15 años, pero los tiros salieron de repente, nadie supo nunca de donde; en una de esas a lo mejor ni disparos eran, pero todos corrieron a la salida, esperando lo peor: que llegaran Los de la letra, o tal vez Los de las muchas letras o Los azules, o Los verdes, o cuanta madre hay, y que se mataran todos entre si a lo loco, lo cual tampoco hubiera estado mal para que hubiera algo de sosiego un buen rato, pero el caso es que si se hacían la guerra ahí mismo entre ellos, también se podían cargar a los que non son nadie, como el hermano de Norma Lechuga, y como la mayoría de los que estaban allí, a los cuales bien se les había dicho en el correo electrónico que llevaba circulando varios meses atrás que los nadies no podían salir a enfiestarse los fines de semana, que todos los lugres de diversión estaban sentenciados, que una revolución del narco estaba en marcha sobre la ciudad, y esa noche, por eso, los cuatro músicos se fueron del escenario cuando iban a mitad del corrido de Laurita Garza, y parecía que ocurría lo que estaba tan anunciado en el mensaje que misteriosamente llegaba a los correos electrónicos de los habitantes de la ciudad, y por eso la gente, al ver a los músicos corriendo también corrió y corrió llena de pánico  hasta que se hizo la estampida que arraso con sillas, mesas y gente, entre esto el hermano de Norma Lechuga, quien cuando vio su sangre toda tirada en el piso, su cuerpo amoratado convertido en un segundo en otro en un cadáver  entre un tecatal (montón de botes de cerveza Tecate vacíos)  les grito a los reporteros, como si fuera su culpa, y a lo mejor en cierta forma lo era, que los periódicos nomas espolvoreaban a lo pendejo y que por eso había el miedo que había en la ciudad, y que la culpa del muertito al que estaban retratando, osea su hermano, era de ellos, pinches buitres de mierda, y que no se les fuera a olvidar nunca su rostro de muerto, y que se los llevara el diablo si publicaran una foto de el, por que así como estaba no era la manera correcta de que lo viera la demás gente, no le hacia que en la ciudad estuviera pasando la mentada revolución o guerra de los narcos.

              Yo era uno de los reporteros que estaban esa madrugada allí  viendo el cadáver  pero no publique nada al día siguiente. Lo estoy haciendo hasta hoy. Lo que si no se me va a ocurrir es poner aquí a un lado la foto que le tome al difunto esa vez.



Fuente: Diego Enrique Osorno
@diegoeosorno